¿Se figuran un lugar habitado por personas, en convivencia armónica con los sentimientos? ¿Un mundo donde las emociones se comparten, una vez bautizadas con los nombres que afloran de su interior? ¿Una sociedad en la que el lenguaje está vivo y el silencio siempre tiene la última palabra?
El narrador Alberto García-Sánchez desenrolla una alfombra roja a la imaginación y el público se sumerge en su historia con tal ahínco y convicción que, de pronto, el otrora solitario escenario del teatro municipal de Tías se puebla de cachivachos y cachivachas: gentes que viven en paz, reparten cada día los buenos días y cada tarde las buenas tardes, propietarias del espectáculo de una puesta de sol y del aroma a bosque que inhalan con delectación de gourmets…
La empatía, el bienestar y la sonrisilla un poco boba se han instalado en el patio de butacas, mecido el respetable por el fascinante ritmo contador de García-Sánchez, aliñado de gestos, gruñidos, crujidos, chirridos, chasqueos, musiquillas y cantinelas, y el relato más tierno de cuantos se han escuchado en la X edición del festival Palabras al Vuelo.
…Pero para que un buen cuento funcione, al inicio o planteamiento debe seguirle el nudo, el drama, el conflicto…
Y así sucedió que en el territorio Cachivache giró la rueda de la fortuna y gracias a una feliz simbiosis de inquietud y generosidad surgió la primera “cosa” de la historia (también denominada chisme, chirimbolo o trasto).
Las escenas clásicas del clown, con la silla como único atrezzo, se alternan en un relato que discurre propulsado por la muy reconocible alianza entre la estupidez y el miedo, disfrazados de inteligencia, que generan el caos entre la ingenua ciudadanía imaginaria.
La odisea de la multiplicación de las propiedades materiales, de la invención del término “regalo” (cuando alguien se saca algo de encima) y del consecuente primer insulto del lenguaje cachivacho: “¡gracias!”; la descripción de la relación de afecto y comunicación entre personas y cosas y su evolución a un trato desequilibrado y despectivo, casi autoritario, de las primeras hacia las segundas; y el pormenor de la aparición de vertederos, desvanes y trasteros para los artículos desechados, son los mimbres con los que Alberto construye una impactante metáfora de la sociedad de consumo contemporánea.
Y así, el público estremecido con la noticia de lo que pudo ser y no fue, se entera de que trastos, chirimbolos y chismes cobran vida en ausencia de las personas, salvo cuando un martillo machuca un dedo, unas gafas de ver se mimetizan con el estampado del sofá o las llaves de casa juegan al escondite en el interior del bolso. El resto del tiempo resisten en modo inactivo, para mostrar su rechazo y rebeldía por la conculcación de sus derechos.
La aclamación final del público se prolonga en tres salidas al escenario de García-Sánchez, que desde ese día, último del Festival, cuenta con nuevos fans en Lanzarote.
Otros, como ha señalado Cristina Temprano en su presentación/despedida de la décima edición, son ya gente fiel, que acompaña a los cuentos contados allá donde ellos se desplieguen, entre volcanes o sobre las olas, en patios con olivo o casonas centenarias.
Rayada de ojos, nerviosa de timbre, colmada el alma, la directora agradece la amistad, el voluntariado, el trabajo exquisito, el apoyo institucional, la complicidad y el ánimo revolucionario de quien se para a escuchar contar, primer paso para la construcción de la utopía de la conversación, el diálogo y el entendimiento entre los pueblos. Y anuncia que habrá décimo primer Palabras al Vuelo.
El aplauso que recibe es una declaración de amor.
Myriam Ybot
Diciembre 2022
Fotografías: David GP