Aunque haya quien se estrene, son multitud quienes conservan fresca en la memoria la actuación de Félix Albo en Palabras al Vuelo 2021 y han vuelto, a entraña abierta, para dejarse estrujar por la palabra risueña y conmovedora del alicantino. Y el zumbel con el que engancha, enreda, aprisiona, libera y vuelve a amarrar al público, convertido en peonza de sentimientos y trompo de emociones, cumple con todas las expectativas.
Pero no adelantemos acontecimientos.
Tras la preceptiva presentación y agradecimientos de la jefa contadora, Cristina Temprano, acompañada por la concejal de Cultura de Haría, Evelia García, que ha cedido la sala del centro sociocultural La Tegala, ocupa el escenario el narrador mediterráneo. Y decimos bien: ocupa, porque a la generosa humanidad de la que presume, se añade un algo intangible que lo llena todo.
Enseguida cautiva a los presentes con varios ejercicios de disociación mental, que crean el clima propicio a la carcajada. Ya nadie recuerda si dejó atrás una contrariedad, si el trabajo agobia o el desempleo asfixia, si el vaivén de la vida nos mantiene arriba o abajo: solo cuenta la risa. Y en producción de algazaras, Albo es el rey.
De entrada, el respetable se eleva a cien mil pies de diversión, embarcado en el relato de las peripecias de aquel “niño de la compañía” con muchas horas de vuelo. Las suficientes para recordar, entre menciones a los aviones de Canarias “guaguas que no pasaron la ITV y les pusieron alas” y aterrizajes “de oído”, que “los problemas no se facturan nunca, se van haciendo pequeñitos, pequeñitos, y cuando aterrizamos, ni se ven”. Todo son buenas noticias en el despegue del espectáculo.
De una forma o de otra, en avión o a pasitos cortos, lo cierto es que el contador levantino siempre acaba llegando a su pueblo, el lugar de su infancia donde suceden hechos extraordinarios, dignos de ser referidos y de transitar la historia por los siglos de los siglos.
Cómo podría ser de otra manera, si en esa localidad, cuando se acerca el alumbramiento de un bebé, las familias del padre y de la madre (o de los dos padres o de las dos madres) se reúnen a tejer una cuerda de siete hilos, con el material luminoso de los recuerdos de ambas estirpes.
A lo largo de la vida, el cordón contendrá nudos de afrentas y dolores que se desharán con el perdón; estará sucio o inmaculado, al modo en el que lo están los comportamientos humanos; será largo o corto como la existencia misma, y colgará de cada tumba cuando el tiempo se acabe para su propietario, a ser posible limpio y sin rozaduras…
Ya lo volvió a hacer, el guapo de un pueblo de guapos, costero recio, bolsilleante de manos y hasta un poco arrastrador de pies, lo de evolucionar los matices vocales a tonos densos, pausar el ritmo, contener el gesto y llevar a la audiencia del jolgorio a la emoción, con la floritura de una metáfora cargada de significados.
Félix Albo maneja el trompo de la palabra con maestría. Eleva la tensión, rebaja la gravedad y asciende al unísono los corazones con un relato final plagado de golondrinas y afecto, protagonizado por avecillas que construyen nidos a besos y un amoroso padre que anuncia la primavera.
Myriam Ybot, noviembre 2022
Fotografías: David GP