La tela del vestido de Laura ondea sobre las cenizas del volcán como movida por las notas musicales. La alegre melodía se cuela tímidamente entre los saludos de quienes van llegando, que van del agitar de manos en la distancia al abrazo cálido y estrecho, propios de los encuentros fortuitos mediados por el tiempo: «estás igual”, “parece que han pasado mil años”, “tiempo sin vernos”.
Poco a poco, a instancias de una Cristina Temprano que se multiplica en sonrisas y atenciones, los caminantes se van colocando en círculo y los instrumentos llenan la cúpula de la mañana, proclamando con sus voces el comienzo de este vuelo dominical por el corazón de La Geria, entre socos, lapillis y ramas retorcidas, exhaustas tras el parto de la vendimia.
El acordeón de Francois Pageau y la flauta travesera de Cielo Guzmán confunden sus destellos con el brillo del sereno sobre los verodes, que encienden la negrura como esmeraldas. Arranca así, entre los volcanes de San Bartolomé, La mujer en el camino que es Laura Escuela, que son todas las mujeres del mundo.
La narradora habla de historias que atraviesan la geografía de oeste a sur y de norte a este, siempre voces femeninas que transmiten su sabiduría, tejiendo una red de conocimiento atesorado en el tránsito por la vida. Alegatos de madres que recomiendan a sus hijas guardar para sí secretos que podrían salvar sus vidas. Historias de hijas que salvan sus vidas gracias a tales consejos.
La música, el escenario y la palabra son las tres herramientas con las que la oradora tinerfeña compone el lienzo de sus cuentos, que siempre empiezan de la misma manera: «Había una vez… una mujer en camino».
La mañana es radiante. El sol brilla en lo alto y una suave brisa refresca las breves caminatas entre parada y parada. La segunda historia habla de decisiones y de sus consecuencias. Es un cuento tradicional de origen nórdico en el que de nuevo una mujer, hija, nieta y poseedora del legado del saber, logra desatar el nudo que rescata a todos los personajes con su bondad y generosidad.
La música suena entre historias, las abraza, las viste en cada ocasión en la que la expedición cuentera se detiene a disfrutar de la siguiente narración. Hasta tal punto que ha llamado la atención de una paloma, que detiene vuelo y zureos para escuchar, con la misma atención y respeto que despliega el público andariego.
Retoma el hilo fabulador Laura Escuela y como por arte de magia, como salida de una chistera, la paloma aparece en la siguiente narración, trenzando ilusión y realidad, ficción y paisaje, materia y sueño… Luego llegará la hija de Candela, una princesa rubia de ojos azules que borda como los ángeles, en un relato de amor clásico, con drama interpuesto, héroe en tránsito y final feliz con casamiento.
Son cuentos tradicionales sostenidos por mujeres que han iniciado un viaje, astutas o dulces, extrañas, poderosas, que recorren la senda de sus aventuras trazando un mapa de vida para que podamos, si queremos, seguir sus huellas.
Pilar Estevan
Noviembre 2022
Fotos: David GP