Se conoce como filandón (o fiandón, filorio, hilandorio, o calecho) a una reunión de mujeres en horario nocturno, una vez terminada la cena y levantados los manteles, en la que se cuentan cuentos en voz alta, al tiempo que se trabaja en alguna labor manual, generalmente textil, alrededor del hogar. Hay filandones de solteras, donde se tejen ajuares y sueños, y filandones de casadas, para compartir recetas para los deseos del cuerpo y del alma.
Y a partir de la X edición del Festival Palabras al Vuelo, se acuña el concepto del filandón marinero, aquel donde el crepitar del fuego se ha sustituido por el golpeteo de las olas contra el casco de la embarcación y la única cubierta que guarece a quienes asisten es la inmensa bóveda celeste.
Ejerce en este estreno como almirante mayor del barco la narradora Ana Griott, quien por arte de birlibirloque oral y gracias a la magia de las historias errantes, ha transmutado su voz de misterio velado y toque a difuntos por otra mucho más sensual, como de emisión radiofónica de madrugada, olor a sábanas calientes y una lluvia de picante en la punta de la lengua.
De esa guisa comparte relatos de sirenas yoruba, amantes para la eternidad de los hombres de piel oscura, ojos brillantes y cuerpos musculados que se arrojaban al mar desde los barcos negreros para evitar una vida de esclavitud y soledad; sirenas que fueron pájaros, por eso cantan, remata con lógica aplastante.
Leva el ancla y quiebra la marea el barco de los cuentos, cargado de proa a popa y de babor a estribor de una tripulación ansiosa por escuchar, por bailar, por aplaudir, por sentir alisio en el rostro y un chispazo en el vientre. El ritmillo de hombros y caderas lo estipulan la guitarra de Gopar y el saxo de Carlos Pérez, que son ya en las sesiones festivaleras de Cuentos surcando las olas imprescindibles como la brújula y el portulano.
En las historias de este filandón flotante hay mujeres que se casan con osos y con serpientes pitón; mujeres que se hacen lobos y hombres, y de nuevo mujeres, en búsqueda constante de la libertad y el amor, las grandes razones que mueven el mundo. O esperan mientras llega el día, bordando crucetilla contra el deseo, cardando, hilando y tejiendo, o retirando las hebras naranjas de la flor del azafrán.
La puesta en escena de Ana Griott es un caleidoscopio de escenas vibrantes, reivindicativas y desmitificadoras, que provocan la sorpresa, la carcajada y la reflexión mientras la nave se mece frente a la negra costa de Playa Quemada. Con la llegada del ocaso, gira el timón de vuelta a puerto, donde el pasaje desembarca ahíto de cuentos, música y naturaleza hasta el año que viene.
Myriam Ybot, noviembre 2022
Fotografías: Adriana Sandec