Desde la primera fila, con la entraña en vilo y el alma abierta de par en par, una mujer se deja abrazar por la poética de Alicia Merino, por su voz envolvente y por una selección de relatos, Interior, noche, forjada expresamente para conectar con la celebración festivalera de la décima edición de Palabras al Vuelo.
Ella misma diría luego, delante de una copa de vino, que salió más ligera de la actividad cuentera, descargada de preocupaciones, con restos de risa bailándole en el rostro y las mejillas húmedas de agua salada.
(Otra asistente lo compartió a dedo lleno horas después, a través de mensajería instantánea: —Sigo llena de magia).
Lo sucedido el viernes en la Casa de la Cultura “Agustín de La Hoz” no es fácil de descifrar; quizá una posible aproximación apunte a que la actriz, cantante, escritora y directora de artes escénicas construyó con la argamasa de sus frases, el terciopelo de sus gestos y el armazón de su mirada una habitación propia para cada persona asistente, que, paradójicamente, mutó al mismo tiempo en espacio compartido. Un lugar cálido, sugerente y evocador, ocupado por las emociones que hacen que el mundo gire: la vida, la muerte, el amor, la identidad y la fortuna.
Desde la intimidad de una habitación con vistas a la fantasía y la fabulación, la narradora madrileña revisó las grandes pasiones humanas, transformó la literatura en un planeta habitable y trasladó al público a sus llanuras y a sus cielos.
Esa tarde de otoño, mientras la luz se rendía al ocaso, volaron palabras, espíritus e imaginaciones. Imposible anclar el alma en tierra mientras se escucha “Negra sombra”, el poema de Rosalía de Castro, en la voz de Alicia Merino, ancha y luminosa como para entrar a vivir en ella.
La directora y artífice del encuentro, Cristina Temprano, lo corroboraría desde su puesto de avitualladora de agradecimientos y vigía de despedidas, en la puerta del vetusto edificio capitalino: la gente marchaba con una explosión de chispitas en los ojos…
Epílogo
Mientras sucede el prodigio al calor de la penúltima cita de Palabras al Vuelo, en los corrillos de la 25º edición del Open Internacional de Ala Delta de Lanzarote, un aficionado a esta práctica deportiva que bien pudiera reinventarse en cronista por su querencia a las buenas conversaciones, está contando una historia.
Relata, a quien se detiene a escuchar, su encuentro con una mujer que ha empeñado anhelos, horas y lentejas en la ancestral tarea de contar cuentos… —¡Que es como compartir las ganas de vivir, de disfrutar del tiempo, de alimentar al niño que habita nuestro interior! —dice excitado, con un leve deje de envidia… Él, que surca el firmamento sobre corrientes de aire, que desafía vertiginosos precipicios y emula a Ícaro en aproximaciones al sol, ciertamente más prudentes.
Desconoce que su reacción de ojos redondos, entre la ingenuidad y la admiración, ha reconectado a una narradora en crisis con los fundamentos de la acción poética, humana, artística, social y cultural, que subyace en la noble misión de transmitir historias, en íntima complicidad.
Myriam Ybot
Diciembre 2022
Fotografías: David GP