Bajo una pérgola de laureles de indias, se abre paso el ulular de un clarinete. Es el Cuarteto Saravasti tocando Bella Ciao, un canto partisano y un histórico himno de resistencia. ¿Acaso la narración oral en el siglo XXI no tiene mucho de rebelión? Sí que tiene, sí: es una invitación a compartir historias colectivas de la manera más ancestral y natural, sin efectismos, ni estrategias de marketing, es una reivindicación de la imaginación, el conocimiento y el contacto humano.
Hoy cuentan todos los narradores invitados de Palabras al Vuelo y se respira aire de fiesta en La Recova de Arrecife. En 1930 aquí funcionaba una lonja y había un gran trajín de compraventa de grano, cabritos y verduras. Esta noche de 2018, compartimos cuentos. La primera es Begoña Perera que consigue que un niño mire hipnotizado a su protagonista, que se muere y se vuelve a morir, infatigable. Más de 200 personas atienden a la narradora grancanaria que siente y teje una historia costumbrista, de velorios, ropavieja, gerberas, tragedia y comedia.
Con Néstor Bolaños nos calzamos unos microscopios en los ojos para empatizar con uno de los insectos más malqueridos de la fauna mundial: la mantis religiosa. Ahora entendemos por qué dicen de él que estudia la oralidad como una forma de búsqueda. Su fábula alienta la sinapsis: gracias a un bicho con protórax entendemos ¿mejor? ¿por fin? qué significa perder la cabeza por amor.
En la voz de Charo Jaular se encierran quereres y vibraciones emocionales de todas las escalas. Hoy comprendemos la hermosura de la prosopopeya gracias a dos páginas de un libro que se aman, se pelean, se distancian y se reencuentran por un destino que está en las manos de una familia.
Vicki Dos Santos presenta su nombre y su raíz. Y cuenta y canta dos cuentos en honor a ellos: El envidioso y una nana del Pacífico colombiano, que nos mece y nos representa. Para brillar, le pese a la serpiente que le pese, y dormirnos felices.
La presencia de la narradora y prestidigitadora Mercedes Carrión, menuda pero rotunda, convierte el escenario en un lienzo en blanco. Sus relatos, uno cherokee y otro de la Amazonía peruana, se mezclan como sus orígenes mestizos y como los de estas islas atlánticas. Viajamos con ella al principio de los tiempos. A las discusiones originarias. Al primer brotar de unas fresas en el camino, que en su mano se convierten en bombillitas rosas. Hasta las campanas de la Iglesia de San Ginés se convierten para ella en un elemento más de su narración, llena de sabores, fragancias y humores.
La de hoy es la primera vez del narrador, actor y dramaturgo Alberto García Sánchez en un escenario lanzaroteño. Su voz, su movimiento y su brillo desenvuelto conquistan al público que interrumpe con aplausos su finísima, humorística y crítica historia sobre la belleza («ya no se hace ropa para las mujeres sino mujeres para la ropa») protagonizada por un montón de textiles animados.
El canadiense Robert Seven-Crows Bourdon cierra la velada con dos relatos amerindios y cantos tradicionales de su tierra acadiana que Cristina Temprano traduce del francés con una hermosa complicidad atmosférica. Allá en la tierra de Robert, igual que aquí, el viento es un elemento imprescindible en el dibujo de la vida. Su cantar, acompañado por su guiguamakuan, confunde los siglos y los territorios. Todos somos uno. Todos somos lo mismo: agua, tierra, fuego y aire. Es ciencia y experiencia. Es arte ancestral. Que sea su deseo: que las palabras vuelen muy alto y se esparzan como las semillas.