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Conducir  por la LZ56 una mañana de domingo es uno de los mayores placeres visuales que podemos regalarnos en Lanzarote. Ya en el Parque Natural de Los Volcanes, rodeados de voluptuosidad geológica y una paleta de ocres nacidos en el siglo XVIII y moldeados por el clima semiárido, llegamos al punto kilométrico del encuentro. Saludos, abrazos, reservas que se convierten en entradas, caramelos, fruta, zumos y primeros pasos sobre el crujiente lapilli. Acaba de comenzar la Ruta de cuentos entre volcanes, una experiencia única con música en directo y narración oral.

Antes de iniciar la marcha, Ayoze Rodríguez y Adrián Niz (clarinetista y guitarrista, respectivamente) forman un pequeño semicírculo y comienzan a tocar. Suenan melodías de Benito Cabrera y de Harold Arlen, hay ritmos de jazz manouche y otros encantamientos musicales que dibujan una atmósfera bastante adecuada para el camino y el bienestar.

Después de dejar atrás  suaves ondulaciones del terreno, llegamos a un soquito, un rincón natural presidido por una higuera. Un escenario natural que invita al calor asambleario. Bajo un olor dulce y veraniego, nos sentamos a escuchar a la narradora Miren Edurne Vázquez. Mimetizada con los verdes y las grisallas de la vegetación, Miren es la primera afectada por el hechizo del entorno. Tan diferente a plazas, teatros y bibliotecas. Tan primitivo, que su idea es una: «Contar sobre lo primero, sobre el origen».

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Y primero fue una cosa blanca, y luego un campo de coles de Bruselas y una Vespa roja. En el origen del mundo, sólo existía una palabra: «Wonderful». Algunos de los espectadores, acostumbrados al registro infantil de Miren, no salen de su asombro. «Es estupenda». Sorprendidos por una narración que hila el surrealismo, el análisis cómico y diversas teorías sobre la formación del universo, en las que intervino la madre tierra, las ramas y los calvos.

En una pequeña cueva se guarda una nevera que transporta zumos bien refrigerados. Corre el jugo, vuelve a sonar la música y se retoma el camino. Hay que ver Montaña Ortiz y continuar con un camino que depara conversaciones diversas, fotografías y miradas al horizonte.

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Laura Escuela es la segunda voz del día y parece tener una poderosa empatía para conectar con los receptores de su mensaje.  También tiene previsto contar historias sobre los orígenes. En su caso, son relatos de amor y muerte que comienzan con una experiencia amorosa personal, narrada entre parodias y anécdotas. Le sigue una maravillosa narración de un cuento escrito por Charo Pita y editado por Palabras del Candil. Es la historia de Zorba, el septuagenario galán que se enamoró de la muerte. Un cuento mágico que Laura relata con todo el cuerpo.

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No es fácil encontrar momentos de escucha activa. Activa y regocijada. pero esta ruta de cuentos entre volcanes parece haberlo conseguido. Son tres horas de sendero suave, musicalizado, en un paraje marcado a fuego por la naturaleza. Antes de regresar al aparcamiento de salida, una última parada improvisada: un toma y daca de microrrelatos, y una pequeña fiesta de percusión conducida por dos djembés.

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Cae un espejismo de mollizna. Varias gotas de agua microscópicas que no terminan de engordar lo suficiente para apagar la sed del campo, pero que podrían emborronar los bocetos que Bárbara ha ido dibujando para documentar la mañana en su cuaderno.

Es el momento de quitarse el rofe de las botas y despedirse hasta el año qué viene.

Llega el momento del agradecimiento por parte de la organización y de la anfitriona: «Muchas gracias por echar palabras al vuelo con nosotros». Y una cosa más. Espontánea, dicha con el cansancio del postparto y la alegría de la fiesta. Sólo una cosa más: «Hagan de su vida un cuento».

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