Las palabras vuelan por colegios e institutos de Arrecife, Haría, Teguise y San Bartolomé; una oportunidad única para que 900 futuros adultos de entre 4 y 17 años se acerquen al arte de la palabra. Será la primera vez que muchos escuchen una historia, sin más pirotecnia que la voz en on.
Omaira García tiene 14 años y está en Lanzarote para contar cuentos de otros tiempos. Primero lo hace junto a Raúl Cabrera (11 años), en una sala llena de niños y familias, en ka Biblioteca de Teguise; horas después se lanza en el tradicional espectáculo colectivo del festival.
Un pasillo de luces marca el camino hacia la República Independiente de la Palabra. En el jardín de la Escuela de Arte, la música de Cuatro, Circo, Seis abre los poros a razón de contrabajo, ukelele, clarinete y percusión. Aforo completo. Sobre el escenario: seis voces, cuatro continentes. Un crisol de acentos y maneras de contar.
Empieza la principiante Omaira con una leyenda aborigen; sigue la lanzaroteña Isabel Cabrera, que relata la vida y la huella de Manrique en Lanzarote; la voz de la ateniense Ifigeneia Krakidoni desliza fantasía de raíz; la leonesa Ana Griott, descalza y poderosa, graba a fuego un grito en la concurrencia (¡flacucha!). Así juega ella con las palabras: las amasa y las hornea, cambia su textura y su función; adiós sufijo despectivo, bienvenido piropo.
Aún hay noche para contar verdades con la dulzura y puntería de Luis Correia Carmelo, y para la explosión final del repentista cubano Alex Díaz Pimienta, un funambulista lingüístico que procura una fiesta de rimas y versos libres. Todo fresco. Cocinado al momento, en ese preciso y singular instante.
El espectáculo se cierra con un aplauso estimulante, en pie, sin cuarta pared. Algo ha hecho click. Algo ha prendido. Hay caras de haber viajado muy lejos, sin más motor que las palabras.