Patricia Metola (Madrid, 1974) creció entre libros y palabras. En clase se dedicaba a escribir para combatir el aburrimiento. «Pensé en estudiar Periodismo, luego me dije que mejor Bellas Artes y acabé en Diseño Gráfico», cuenta en la escuela de arte Pancho Lasso (sala casi llena, lluvia torrencial en el exterior). Pero la necesidad de narración seguía ahí, rondándole la cabeza, hasta que un día se hizo una pregunta clave: «¿Y por qué no?».
No encontró motivos para el no y dio un giro a su bien encarrillada carrera en el mundo de la publicidad. Empezó a formarse y se apuntó a varios talleres. “Tus trabajos están bien pero no cuentas nada”, le dijo uno de los primeros editores que vio su portafolio. “Tenía toda la razón del mundo; me hizo replanteármelo todo… me hizo preguntarme qué quería contar”. Porque ya sea con palabras o con imágenes, “siempre tienes que acudir a tu mundo propio o a tus propios espacios”.
En la obra de Patricia “hay una parte de alegría” , muy relacionada con sus dos hijos, pero también está muy presente la soledad. “La perfilo mucho porque mi infancia fue bastante solitaria y en algunos momentos sufrí acoso escolar”. Su venganza creativa fueron las niñas-ogro de Pulgarcito. Decidió hablar de sus miedos infantiles, entender al personaje. Y vaya si lo hizo.
En el proyector de la escuela aparece una dedicatoria de Emilio Urberuaga, Premio Nacional de Ilustración. “Si no es el mejor ilustrador infantil, será de los mejores”, explica. Muestra el autógrafo para explicarnos la buena sensación que le causó, desde el principio, el mundo de la ilustración editorial. “Cuando yo empecé, pensaba que mis formas de trabajar eran mediocres, sin embargo Emilio me dedicó un libro, [‘A Patricia, colega, para que no se olvide de mi cuando alcance el triunfo (lo hará seguro)’], para mi fue algo bonito e importante”, confiesa.
Le asombra la generosidad de la mayor parte de los ilustradores. “Somos muchos, hay muy poco trabajo y de repente se ofrecen a ayudarte personas que creen en ti”. En su caso fue Miguel Tanco. Seguían sus respectivos trabajos a través de sus blogs y se conocieron por primera vez en la Feria de Ilustración Infantil y Juvenil de Bolonia (Italia). “Ven, que te voy a llevar a sitios”, le dijo. Editoriales, nombres, maneras de moverse en el sector, consejos impagables.
Bolonia fue un antes y un después en su carrera. Seleccionaron su obra (y la de 70 ilustradores más) entre un total de 4.000 autores. Adolfo Serra, otro insigne de la ilustración española, le llamó para anunciárselo: “Te han seleccionado en Bolonia”. Sorpresa mayúscula y un pensamiento: “A lo mejor no lo estoy haciendo tan mal”.
La editorial Edelvives le propuso hacer Hansel y Gretel, un libro que demuestra la atracción de la autora por los personajes malvados. “Hay algo en los malos que me fascina”. En pantalla: la ilustración final del libro, la quema de la bruja y una bandada de pájaros que se liberan de la tiranía. La catarsis final. “Esta es la favorita de mi hijo. Hay quien dice que a la bruja hay que salvarla. Y no. A mi hijo le encanta que la quemen”. Risas. Ni los niños son tontos, ni la ilustración es un dibujo de acompañamiento.
La princesa feliz es un libro muy especial para Patricia Metola. Fue un trabajo que desarrolló con su hermana Eva, fallecida hace tres años y directora entonces de Narval, una editorial decidida a desarrollar libros para niños, sin tabúes, para fomentar su inteligencia y su imaginación. “Encontré un tipo de trazo nuevo. La protagonista es una niña a la que todo el mundo miente, que vive en un mundo falso, especialmente creado para ella. Las imágenes no podían tener volumen”. Bosques impenetrables y nadas que lo dicen todo. “Uso el blanco como una forma de expresión; parte de lo que me define tiene que ver mucho con las emociones, con un mundo propio”. Luego vino Telmo (que tuvo segunda parte) y Calvino. “Siempre he sido muy caótica trabajando», dice Patricia. «Trabajar en cuadernos me ayudó». Nos enseña una ilustración monocroma, roja, con un niño saltando en el campo. Su hijo. “La dibujé el verano en el que tenía que hacer La gota gorda, un verano de despedida, cuando sabíamos que mi hermana iba a fallecer”. El encargo de SM le pedía una protagonista vital, feliz y entusiasta. “Y yo estaba de todo menos entusiasta. Estaba triste y muy enfadada. Trabajé mucho para intentar recuperar la vitalidad, empecé a usar mucha paleta de colores”.
Las miradas y los juegos entre los personajes (cómo se relacionan, cómo funcionan…) son fundamentales en la obra de Metola. La naturaleza también es omnipresente en su trabajo. Ahora prepara un libro para el Museo Reina Sofía y tiene multitud de proyectos empezados e inacabados. Como aprecia el valor del tiempo y de la síntesis, Patricia no se alarga y termina con otro referente en la pantalla: Maurice Sendak. Es el turno de las preguntas:
¿Qué técnicas utilizas y cuál es tu favorita?
Pinturas al agua: tempera, tinta, acuarelas… Pero son muy poco ortodoxa. Si no se mezclan ceras con agua, yo lo hago. Cada vez uso más papeles resistentes al agua. Cuanto más margen al error tenga, más interesante es: se crean cosas que no puedo controlar y eso me gusta mucho. A veces uso lápiz, pero casi siempre pincel.
¿Te has planteado seguir con Telmo pero sin escritor?
Soy muy muy lenta con los proyectos, tengo muchos libros empezados, tengo cuadernos de bocetos pequeñas historias que veo. Les tengo demasiado respeto a estos señores que escriben tan bien
¿Te ves como pintora?
Para mi la ilustración es un camino para narrar, pertenece al papel, a los libros. No sé… No termino de verme en ese espacio. Es verdad que me lo dicen, que tengo un estilo muy pictórico, que tiro mucho de trazo, pero creo que el arte es mucho más que pintar un cuadro. Hay un concepto detrás.
¿Primero es el dibujo o el texto?
Casi siempre me viene el texto. Alguien dijo que ilustrar era como un baile. Tienes una música y tienes que seguirla, pero también tienes que interpretarla.
¿Has trabajado fuera de España? Cosas puntuales, de publicidad. Con las editoriales tienes que saber como moverte en el mercado. Aquí los editores prefieren trabajar directamente con los ilustradores, pero para trabajar fuera tienes que pertenecer a una agencia.
¿Hay freelances?
Es todo freelance. Somos todos autónomos.
¿Hay alguna historia que te haga ilusión ilustrar?
Hay cuentos muy manidos, textos que todos hemos conocido, que hemos crecido con ellos. Recuerdo mis cuentos de niña y no les quitaría aquellas ilustraciones. No se me ocurre ninguno.