Isabel narra hoy “para chinijos y noveleros” en Haría; Ana cuenta a bebés y recurre a la pedagogía con las familias: “Los bebés no entienden a Cortázar pero entienden la emoción que tú sientes al contarlo; esa es la comunicación que se establece”.
Luis toca la concertina en la residencia de mayores del Hospital Insular (y da en la diana con historias sobre el amor, la vida y la muerte); Alexis lleva dos días revolucionando colegios e institutos como un ciclón mayéutico; Ifigeneia ha hechizado a los más pequeños con relatos punteados con instrumentos de cuerda…
La noche es territorio adulto en El Almacén y en el Museo del Timple. Ifigeneia teje historias con la materia prima de los cuentos fantásticos, en un viaje de ida y vuelta por territorios tan legendarios como contemporáneos. Se suceden las epopeyas, las pruebas y los encantamientos.
En segunda sesión: las historias de un Luis Correia, que se presenta en un melodioso e hipnótico “portuñol”, recordando a aquel hombre que contaba historias para cambiar el mundo y que ahora viene a contar historias para que el mundo no le cambie a él. Su temple y su voz tienen tanta saudade como humor, tanta poesía como disección de la realidad.
En la Villa de Teguise, Alexis Díaz Pimienta, hace valer la palabra buscada, encontrada, entonada, conjugada, rimada. Reivindica silencios, guiños, ironías y retruécanos. Su voz adquiere consistencias como la música y la luz. Brilla, se apaga y se reaviva. El público sugiere palabras y responde con miradas adjetivas, abundantes risas y un aplauso que termina con la música del Cuarteto Jameos (percusión, timple, vientos y guitarra).